Iron Maiden en Huracán: el cielo puede esperar


Al promediar el show de Iron Maiden en el Estadio de Huracán, Bruce Dickinson y Eddie the Head —la mascota que tantas veces ha personificado a la muerte, al diablo y demás espectros malignos del más allá— se baten a duelo. El cantante le dispara desde una posición fija y logra herir al monstruo, aunque de ninguna manera gana el enfrentamiento. Cuando se da cuenta de que se ha quedado sin municiones, a Dickinson no le queda otra que huir para esquivar los disparos de Eddie. Todo mientras la banda sostiene su heavy metal galopante característico.

(Foto: Segismundo Trivero)

“Heaven Can Wait” (“El cielo puede esperar”) se llama la canción y es lo que Dickinson canta en su estribillo, apenas se libera del contraataque de su enemigo. Una performance que tiene mucho de autorreferencial: estos Maiden sexagenarios y septuagenarios quieren seguir viviendo. Y quieren seguir tocando. Dickinson (66) se sobrepuso a un cáncer de lengua. Nicko McBrain (72), baterista, a un ACV que le paralizó medio cuerpo y obligó al grupo a replantear el repertorio de acuerdo a sus limitaciones.

En ese contexto, Iron Maiden planteó su nueva gira con el título Future/Past y una lista de temas fijos bien particular. Cinco canciones de su último disco (Senjutsu, 2021), cinco de Somewhere In Time (1986), tal vez su trabajo menos logrado de ese período de perpetua gracia que fueron los 80 del grupo, y una canción de cada uno de sus cinco de sus grandes discos, con los que forjaron una de las obras más sólidas e icónicas en la historia del heavy metal: Iron MaidenPiece of MindThe Number of the BeastSeventh Son of a Seventh Son y Fear of The Dark. En este recorte particular, claro, faltaron clásicos que solían ser fijas en cada show: “Run To The Hills”, “Aces High”, “2 Minutes To Midnight”, “The Number of The Beast” y más. 

Pero, para Maiden, siempre se trató de la performance, del despliegue sonoro y físico que no están dispuestos a negociar incluso a esta altura de sus vidas. “Caught Somewhere In Time” y “Stranger in a Strange Land” fueron la dupla inicial con la que el grupo se metió en el bolsillo a las 45 mil personas que agotaron las localidades del Tomás Ducó.

(Foto: Segismundo Trivero)

Steve Harris (68) en bajo, más Janick Gers (67), Dave Murray (67) y Adrian Smith (67) en guitarras, se conforman como un cuarteto de cuerdas cuyos integrantes parecen los jinetes del apocalipsis. Las famosas guitarras gemelas armonizando por terceras o quintas, según la ocasión, el bajo atresillado, solos que emergen desde cualquier lado y en cualquier momento, complementados por una forma de habitar el escenario que siempre es dinámica. Todos saltan, corren, arengan. Todos aprietan los dientes para poner caras de malos. Todos, también sonríen.

Levanten la mano los que no habían nacido en 1986”, dijo Dickinson en medio del recital. El recambio generacional de un gusto que se adquiere como saber ancestral, quedó en evidencia allí y también en las imágenes de las pantallas que mostraban un público que iba desde los 60 hasta los 7 u 8 años. La fantasía Maiden, heavy metal para todas y todos. Un coqueteo con el oscurantismo que, a diferencia de Black Sabbath, siempre tuvo algo de lúdico, sobre todo desde la propuesta visual (las portadas, sí, pero también chequear, por ejemplo, el video de “Holy Smoke”). 

“Can I Play With Madness” inició la segunda mitad del recital, con mayor preponderancia de clásicos. En ese tramo, “Fear of the Dark” revalidó credenciales como una de las composiciones más perfectas del grupo. Arpegios, riffs, cambios de clima, pogo, Dickinson yendo del registro más grave al más agudo… y 45 mil metaleros cantando a garganta rota sobre sentirse ansiosos y tenerle miedo a la oscuridad. Siete minutos de ingeniería metalera. Cada matiz refuerza al próximo, un juego de intensidades en los que el clímax de agite solo se logra porque antes se llegó al extremo de calma. Maiden maneja los opuestos como pocas otras bandas: Pasado – Futuro, Épica – Miedo, Guerra – Paz, Fantasía – Realidad. Y, por supuesto, más que nunca: Vida – Muerte.

(Foto: Segismundo Trivero)

Lo que cambió es mi perspectiva del mundo”, le decía Bruce Dickinson a ROLLING STONE en abril de este año. “Tengo mucho más respeto por la vida. La vida es todos los días, y empieza por tu cerebro. Se trata de vivir cada segundo sin detenerte a castigarte por cosas que pasaron hace 20 años”. Ocho meses después, con Iron Maiden, darían el show por finalizado con “Wasted Years”, una canción que en su estribillo dice: “Entendelo / No pierdas el tiempo buscando los años perdidos / Enfrentalo de pie / Y date cuenta de que estás viviendo tus años dorados”.

El agradecimiento final de la banda, que esta noche repite en el Movistar Arena (también sold out), parecía tener mucho que ver con eso, con un agradecimiento por un presente que no fue tan fácil de divisar para ellos en los últimos años. Nicko McBrain fue el último en irse. Se paró en el medio del escenario, agradeció al público y también al cielo, con un beso al aire y luego las dos manos juntas en posición de alabanza. La Bestia también necesita de un Dios para que vivir tenga sentido

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