Fito Páez en la UCA: “Si te autopercibís artista sólo porque estás en los primeros puestos de Spotify, algo anda mal”


Pasó más de una hora y media en la que Fito Páez, acostumbrado a encantar audiencias con su música, lo hace esta vez con el don de la palabra. Hay un par de pianos en una de las aulas en la que poco más de 50 alumnos de la Facultad de Artes y Ciencias Musicales (y también de Comunicación) de la UCA lo escuchan absortos, concentrados, encandilados. Igual que ocurrió hace algunas semanas en la sede la Berklee College of Music de Boston, Fito adelantó parte de La música en tiempos de demencia masiva, el ensayo que publicará a fin de año. Y la audiencia, integrada mayormente por veinteañeros, se abstraigan del mundo exterior. No vuela ni una mosca, nadie mira los teléfonos celulares y, como ocurre desde tiempos inmemoriales, se venera la voz del letrado. Y es entonces que Páez, como Rainer Maria Rilke en las Cartas a un joven poeta (1929), o como lo hicieron maestros de periodismo cultural como Homero Alsina Thevenet o Carlos Ulanovsky, Fito lanza una serie de consejos (“un pequeño atrevimiento, una pequeña picardía”, dice él), bajo el título Manual para los jóvenes de hoy

Y dice: 

  • “Escuchar en silencio músicas que desconozcas por el lapso de una hora apagando cualquier artefacto de distracción”
  • “Estudiar, para los músicos principiantes, el adiestramiento elemental para músicos de Paul Hildemith”.
  • “Aprender a tocar un instrumento no va a requerir demás de una hora o dos, preferentemente todos los días”
  • “Bailar músicas que te gusten” 
  • “Cantar en la ducha canciones de Charly García, de los Beatles, Joni Mitchell, tangos, sambas, boleros o ‘Il va, Pensiero’, de Giuseppe Verdi”
  • “Armar una banda con formación que sea: dúo, trío, cuarteto, etc. y experimentar el trabajo grupal no menos de cuatro horas por día. Si no tenés sala de ensayo, copar alguna casa o departamento: siempre algún vecino se quejó a través de los tiempos. No importa. Siempre hay alguien quejándose, a veces con razón, sobre todo cuando dañan oídos”
  • “No dañar oídos”
  • “Sacar en el piano, la guitarra o el ukelele temas que te gusten, e ir complejizando esa búsqueda, despegarte de la manada: tenés que intentar descubrir qué es lo que vos querés escuchar o tocar, es una decisión que exige voluntad”
  • “A los Estados, preparar maestros de música capacitados para enseñar el lenguaje musical: formarán personas más aptas para amar y vincularse”
  • “Buscarse un trabajo que no impida las realizaciones anteriores” 
  • “Si no tenés hijos, tirar todo por la borda y dedicarse sólo a esto: con el tiempo vendrá la pérdida del paso del tiempo y con esa la felicidad de estar viviendo con la música”
  • “Aprender de los maestros: los maestros no son solo músicos. Cualquiera puede enseñar buena vida y eso lo aplicarás a la experiencia musical, no falla” 
  • “Aprender a disfrutar la soledad en la habitación: allí estudiar y bucear, probar, tirar al tacho, componer, jugar como mayúsculas, también los bares y viajar. Si es con un buen auricular, mejor. El teléfono móvil sólo para indispensable, escuchar música es indispensable”
  • “Sentarte con toda la irresponsabilidad posible a jugar con los instrumentos, sin perder de vista que conocerlos siempre te dará mayores diversiones” 
  • “Rodearte de personas a quienes interesa la música” 
  • Haz el amor con la música que más te gusta” 
  • “Baila cumbia argentina y colombiana, reconce las diferencias”
  • “Baila Prince y Babasónicos, reconoce la diferencia”
Juan Ortiz de Zarate, Eduardo Pugliese y Fito Páez en la UCA. (FOTO: Gentileza UCA).

Esos son sólo algunos de los consejos de Páez, que eligió este marco, la Universidad Católica Argentina, porque allí trabajaba su amigo y colaborador, el reconocido compositor y pianista Gerardo Gandini (1936-2013). Por eso, entre la audiencia, estaba su hija, la cantante y docente Alina Gandini. También, la actriz Sofía Gala y la artista plástica Jorgela Argañarás, el músico Joaco Burgos y unos pocos amigos más.

En un acto cálido y descontracturado, el Lic. Eduardo Pugliese, Decano de la Facultad, brindó las palabras de bienvenida. Y el Dr. Juan Ortiz de Zarate, Director de la rama de composición del Doctorado en música, ofició de moderador. Fito, sobrio y elegante, de punta en negro, agradeció esa calidez y se sentó frente a un atril en el que estaba apoyada su Mac. Y, durante una hora y media, leyó. Leyó una serie de textos sobre los que aclaró: “si bién tienen la certeza de la afirmación personal, nunca hay que olvidar que se trata de un hombre pensando, un ser humano está pensando en el universo sobre un lenguaje que consideramos misterioso”. 

Se trata de, aproximadamente, una tercera parte de ese ensayo que comenzó a escribir a fines de 2022. “En algún momento pensé en escribir un ensayo sin bordes sobre la música y sus inmediaciones en el siglo XXI. Todo lo que está sucediendo en este terreno es altamente estimulante para pensar y poner en palabras algunos puntos de vista que no leo ni escucho ningún lado”.

La audiencia escucha con atención la Masterclass de Páez. (FOTO: Gentileza UCA).

Como los buenos ensayos, como las buenas canciones, como las buenas obras de arte en general, este texto de Fito deja más preguntas que respuestas. Hay un bagaje de información que Páez elige comenzar, dice, como una película de John Cassavetes (1929-1989): “Esto sucederá igual cuando la primera escena ya está en acción. Desde el primer fotógrama en el comienzo de la película, después de los títulosla charla ya viene funcionando. Yo detengo a mi interlocutor con cierta indignación. ‘Yo no digo que hay cosas que se puedan y cosas que no. Digo que vos no podés encerrarme en tu pequeño mundo e intentar hacerme creer que sos algo. Que sos músico, por ejemplo. Si te digo de sentarte al piano, salís corriendo. Si te digo que estudiás, me decís que no tenés tiempo. Claro pasas todo el día en las redes, y encima te autopercibís artista porque porque estás en los primeros puestos de la Billboard y de Spotify’”, dice Fito. “Bueno, algo está funcionando mal”.

La música en tiempos de demencia masiva, al menos esa parte a la que podemos acceder en esta lectura, es una gran crítica al estado de las cosas. Un ensayo estético y político contra la Revolución tecnológica o la tecnocracia (“¿Se les fue todo de la mano a los muchachos de Silicon Valley o todo forma parte de un plan?”, interroga y define a la situación como la “dictadura subliminal” aplicada desde el teléfono celular como un anestésico global), un elogio a los artistas genuinos de la cultura argentina, pasada y actual, que incluye reconocimiento a artistas más o menos canónicos como Alberto Ginastera, Eduardo Rovira, Astor Piazzolla, Manolo Juárez, Tita Merello, Virgilio y Homero Expósito, Isaco Abitol, Litto Nebbia, Charly García, Luis Alberto Spinetta, Gerardo Gandini, Ricardo Piglia, Liliana Herrero, pero también contemporáneos como Coqui Debernardi, Alejandro Tantanian, Lorena Vega, María Ezquiaga, Lucrecia Martel, María Moreno, Babasónicos, Martín Rodríguez y César González. Y la lista sigue. 

Páez habla de la caída del Muro de Berlín y del plan Cóndor para poner en contexto el estado actual de las cosas  desde una perspectiva histórica y política, local y global. Exalta La ciudad ausente, la ópera distópica de Gerardo Gandini con libreto de Ricardo Piglia, cita a su amigo, el músico Carlos Vandera (“¿Nadie se va a detener nunca en la falta de talento del público?”), abre universos que abarcan desde el Gran Hermano orwelliano al cineasta y escritor italiano Pier Paolo Pasolini, desde el Amadeus, de Milos Forman, a Igor Stravinski. Y la lista sigue.  

Páez también respondió las preguntas de los alumnos. (FOTO: gentileza UCA).

Pero Páez no lanza sólo una infinidad de referencias, también polemiza, revisa viejas ideas y propone nuevas miradas, se indigna y reflexiona, en sintonía con las columnas que publicó en el suplemento cultural ADN de La Nación en la primera década del nuevo milenio o con las conversaciones que mantuvo con Horacio González en el libro Napoleón y su tremendamente emperatriz (Puntosur, 1988). También revisita su propia obra y experiencias artísticas más o menos recientes, enseña y, como aquel slogan de un diario, te deja pensando. En todo ese rato, no vuela una mosca, no suena un teléfono, nadie le saca los ojos de encima. Igual que en Novela, su flamante y ambicioso disco, Páez propone la práctica de la contemplación y de la digestión lenta. Planta la semilla de la reflexión y, a pesar de la mirada crítica, deja un mensaje estimulante, un llamado a la rebeldía frente a la tecnocracia. El mundo cabe en una canción, dijo el poeta. Y cabe perfectamente, también, en este ensayo. 



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