“Beto fue muy importante en mi vida. Fue un hermano mayor, un amigo, un compañero; mi mentor y mi maestro. Llegué virgen de tantas cosas a Raíces. De comisarías, de polvos en sótanos polvorientos, de jam sessions, de grabaciones, de armonías… con Beto grabé por primera vez un disco. Toqué por primera vez en la calle Corrientes. Soy rioplatense gracias a Beto: confió en mí”, escribió Andrés Calamaro en ROLLING STONE para despedir al notable bajista, guitarrista, cantante y compositor uruguayo Beto Satragni (1955-2010), cuando se conoció la noticia de su partida.
Ese texto forma parte de la reedición de B.O.V.Dombe, el superlativo debut de Raíces, el grupo liderado por Satragni, publicado originalmente en 1978, reeditado el año pasado por el sello argentino Viajero Inmovil en CD y, ahora, en vinilo por el nuevo sello español Somtimes Music. La edición, cuidadísima, está a la altura de esta joya olvidada de la música rioplatense, e incluye liner notes del benemérito Alfredo Rosso, decano del periodismo musical vernáculo. “El período que comienza en los últimos años 70 y se extiende a lo largo de toda la década siguiente fue una época de singular creatividad para el rock argentino; tempranos protagonistas de la movida como Luis Alberto Spinetta y Charly García dieron un nuevo impulso a sus carreras llevando su música hacia nuevos rumbos, al tiempo que una nueva generación de artistas, entre los que se contaban Virus y Los Violadores, incorporaban nuevos sonidos y letras satíricas y corrosivas emparentadas con la eclosión del punk y la new wave que habían tomado por asalto la escena musical internacional. Esta renovación Tuvo muchos otros matices Y en este sentido cabe valorizar en su justa dimensión la propuesta de Raíces. En pleno Siglo XXI, a nadie sorprende la estrecha comunión que existe en el Río de la Plata entre músicos de Argentina y de Uruguay y la peculiar fusión del rock con elementos del folklore de ambos países: aires de candombe murga tango y milonga suenan perfectamente familiares a los fans del rock de ambas márgenes del Río Color León”, dice Rosso.
Satragni concibió a Raíces en 1977, y el grupo resultó fundamental en la expansión de esa fusión del jazz y rock con el candombe, una búsqueda heredada de la que Rubén Rada y Eduardo Mateo habían impulsado en el grupo El Kinto, a mediados de los 60, y que los hermanos Hugo y Osvaldo Fattoruso, junto a Ringo Thielmann, desde Estados Unidos, habían proyectado hacia el espacio sideral con el grupo Opa como plataforma.
Rosso rescata jugosas declaraciones de Satragni a la revista Expreso imaginario sobre la gestación de la banda: “con Raíces yo quería elaborar una propuesta nueva, combinando el candombe con el rock y el jazz y, en general, fusionándolo con cualquier tipo de música. Como soy uruguayo, máme toda la historia desde chico, porque en Uruguay aún se vive muy intensamente el candombe: cualquier motivo es bueno para tocarlo”, explicaba el músico.

La formación incluía a Alberto Bengolea en guitarra y bajo; a Jimmy Santos en la percusión y voces; Raúl Campana Cuadro en la batería y a Andrés Calamaro, que unos años más tarde se incorporaría a Los Abuelos de la Nada, en los teclados.
“Esto es candombe, sangre de negro” dice la letra de “Esto es candombe”, el tema que abre el álbum y que suena a declaración de principios. “Morenos y blancos se unen candombeando. Vino, madrugada, tamboril y mar”, un resumen montevideano que anticipa la poesía de Jaime Roos y el “Resumen porteño” que Luis Alberto Spinetta inmortalizaría pocos años después. Son siete canciones, con incursiones en el funk (“Hay un funky en la oreja del obelisco”, “Cangas de Narcea”), la balada de fogón (“Ton Cotón”) y el prog-rock con tintes jazzísticos (“Belmiro”).
Disco fundacional de un sonido y una estética, mantiene su frescura y su swing a 47 años de su edición original, y más allá del peso específico de su obra, es el inicio de varias cosas. La primera grabación oficial de Andrés Calamaro, y el inicio de una amistad con Mario Breuer, en uno de sus primeros trabajos como productor. “Andrés tenía 17 años recién cumplidos, y estuvo muy tranquilo y eficiente, a pesar de que era su primera vez grabando en un estudio profesional”, recordó Breuer en charla con Rosso.
“Beto me traía la yerba Armiño que me gusta a mí, y siempre me pedía más como músico (Siempre sobre la clave del candombe, ese groove original, siempre dentro de un enjambre de armonías complejas…). Y nuestros reencuentros que parecían poder repetirse siempre, cantando en el mismo micrófono, otra vez ‘Esto es candombe’. La Grande humildad del sabio y queridísimo hermano nuestro; demasiados músicos lo van a extrañar siempre”, escribió Calamaro en 2010. Quince años después, sus palabras todavía tienen sentido.
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