De Siberia a la Patagonia: la historia de Konstantin Rudnev, el extravagante gurú ruso detenido en Bariloche


En el pequeño departamento, típico de la época de Kruschev, se amontonan una cama, un sillón y una mesa cubierta por un mantel de hule cuadriculado de tonos colorados y marrones. En calzoncillos, Konstantin Rudnev habla con una voz muy particular, que recuerda por momentos a un pato, mientras hace girar la taza de té en su mano. Cuenta que su madre quería que trabajara en una fundición, pero que no había manera de que lo convenciera. “Todo trabajo es bueno, pero no trabajar es mejor”, sonríe ante la mirada adusta de su abuela, sentada a su lado en el sillón. Detrás de ellos cuelga una tela estampada con un paisaje montañoso: las cumbres rocosas y una cabaña de piedra en medio de un bosque de pinos.
La escena se produjo en los años noventa y quedó inmortalizada en un video casero. Con el torso desnudo y entre bocado y bocado, aquel muchacho ruso dice en el tape haber decidido romper con la seriedad para perfeccionar el camino del necio: “Seamos un club de cien tontos”, invita a quien pudiera estar del otro lado de la pantalla.
Sentado junto él, Sergei, su hermano tres años mayor, señala que llevar a cabo el plan sería muy fácil. Todo lo que se necesita es una habitación. Konstantin advierte que lo principal es que los miembros del club sean jóvenes y flexibles: “Si una persona no es flexible, ¿cómo vamos a rediseñarla?”, se pregunta.
Efectivamente, el club de Konstantin resultó ser una secta, se extendería por distintas localidades rusas y hasta saltaría las fronteras nacionales para desembarcar incluso en Bariloche, donde Rudnev fue detenido en marzo de este año. A esta remota ciudad entre montañas y paisajes similares al de aquel tapiz en el departamentito soviético llegó el hombre de los calzoncillos y los delirios de grandeza.

Rudnev diseñó Ashram Shambhala como un cóctel de yoga, meditación y culto a sí mismo con un trasfondo de abuso y sometimiento de sus seguidores.

Esta historia comienza en un contexto social propicio para que la gente se vuelque a la fe en los milagros: la devastada Rusia de los 90. Nacido en agosto de 1967 en Novosibirsk –la tercera ciudad rusa en población y la más importante en la región de Siberia–, Rudnev estudió en una escuela técnica de ingeniería y llegó a formar parte del Ejército Rojo: con una arrogancia que de algún modo anticipaba futuros problemas, durante su paso por esa fuerza se propuso fundar un monasterio inspirado en el Templo Shaolin, cuna del Kung Fu Shaolin. A fines de la década del 80, lejos de resignarse a la rutina que su madre le exigía (un trabajo ordinario, una familia), empezó a dar clases de yoga en reuniones que pronto pasaron a incluir charlas de filosofía y prácticas de meditación dinámica. Rudnev experimentaba con sus grupos también con sesiones de música, en las que alternaba tres canciones rápidas y una lenta para lograr una especie de trance colectivo; también probaba la técnica de trataka, que implica agudizar la concentración mirando fijamente un punto, como la llama de una vela.
Las cosas progresaban. Las clases, conferencias y “laboratorios” pagos le permitieron a Rudnev comprar en 1989 un primer departamento en Novosibirsk como sede para su naciente secta Ashram Shambhala. Rápidamente, el lugar se convirtió en un refugio para numerosos jóvenes que, además de sentirse atraídos por Konstantin, rompían vínculos con sus familias. En unos años, la secta Ashram Shambhala tenía ya más de diez propiedades (“ashrams”) a lo largo y ancho de Rusia.
En 1999, las actividades y la expansión de Rudnev llamaron la atención de la Justicia rusa. Se inició entonces una primera investigación por extorsión, abuso infantil, violencia sexual, sadismo y perversión, aunque el caso se cerró al año siguiente. Konstantin, sin embargo, no se replegaba. Todo lo contrario: su autopercepción como líder iluminado no paraba de inflarse.

Existe una amplia bibliografía sobre las víctimas de sectas como Ashram Shambhala. Suelen ser individuos que atraviesan momentos difíciles cuando sus vidas se cruzan con estos cultos. Por parte de personajes como Rudnev, hay acciones claras y consistentes que identifican necesidades y debilidades para influir sobre sus potenciales devotos. El psicólogo Miguel Perlado, que lleva 25 años de estudio y trabajo en la materia, explica que en las sectas el abuso se institucionaliza. Perlado señala que entre el gurú y sus adeptos se establece un vínculo maltratante y enloquecedor: “Las sectas, por lo general, buscan personas capaces, sin psicopatología, con estudios universitarios, ingenuas, idealistas, inconformistas, que se implican tenazmente en sus proyectos y que puedan estar atravesando algún momento de turbulencia emocional. Un duelo, una separación, soledad…”.
En 2008, Svetlana [prefiere reservar su verdadera identidad] pasaba por uno de esos trances difíciles cuando le ofrecieron conocer a un gran maestro. Vía Telegram y en inglés, la mujer de 39 años da su testimonio por primera vez a un medio periodístico argentino: “Durante algún tiempo, unas personas que conocí a través de una amiga me dijeron que tenía un gran propósito y que ya había estado con un gurú en una vida anterior. Y que mi destino era ser sacerdotisa junto a él. Dijeron que me salvarían y acepté la oferta. Recibí instrucciones sobre lo que debía decirles a mis padres, compré un teléfono nuevo y una tarjeta SIM. Saqué un pasaje de tren y partí desde mi ciudad, Krasnodar [en la región de Kubán, suroeste de Rusia], hacia Novosibirsk. Desde allí, debía ir a Barnaul [a algo más de 200 kilómetros], donde mi mentora me recibió y me llevó en taxi a un pueblo en las afueras. Era un campamento de meditación. En ese lugar seleccionaban a las personas adecuadas para Rudnev”.
En ese campamento había prácticas chamánicas y de yoga, meditaciones, ejercicios físicos y calistenia, según Svetlana. Las mujeres se vestían de acuerdo al gusto de Rudnev y sus mentores las fotografiaban para mostrarle las imágenes y que el líder eligiera la que más le agradaba. Dicen que siempre prefirió las morochas.
Era 2009 y, al mes de haber llegado, Svetlana vio a Rudnev por primera vez. Su mentora le había hablado del “magnífico palacio” donde se encontraba el gurú: era una casa de campo de dos plantas, con un patio donde había un pequeño sauna. Allí, unas veinte chicas se esmeraban en arreglarse. “El encuentro con Rudnev tuvo lugar en el segundo piso. Al principio, las chicas hicieron un baile erótico y luego él pasó a responder cartas de seguidores de la secta. La reunión duró unos 40 minutos y luego cada uno siguió con sus tareas y ocupaciones”, relata, desde Krasnodar, Svetlana, hoy una decidida portavoz de las denuncias contra Rudnev y su organización. Durante la charla con Rolling Stone, se enfoca en narrar el horror con detalles; la angustia a veces aflora, pero es clara y denota tener muy procesado emocionalmente todo lo que le ocurrió.

Artemisa, una de las sacerdotisas que más tiempo pasó junto a Rudnev. La foto muestra cómo las mujeres debían lucir para agradar a su gurú, que luego las sometía a distintos tipos de abuso, que en muchos casos registraba en videos caseros.

La vida en ese campamento de meditación era muy difícil. Mucha actividad física, escasa alimentación: comían dos veces al día y no podían consumir dulces. El postre había que ganárselo. Consistía en halva (pasta de sésamo) y pasas, pero para obtenerlo había que completar las distintas tareas asignadas por los mentores.
“El lugar donde vivía Rudnev se llamaba la Casa del Poder. Había que levantarse muy temprano para hacer, de inmediado, ejercicios y meditación danzada. Luego había un calentamiento físico obligatorio y limpieza de la casa como forma de karma yoga (realización de deberes en carácter de ofrenda). También controlábamos el tiempo de los demás y Rudnev revisaba que cada uno hubiera cumplido con sus tareas. Si no, podía haber castigos. Se sentía la tensión constante, los gritos de las sacerdotisas”, cuenta Svetlana.
Las mujeres vivían aisladas y tenían prohibido salir solas. Podían ir a alguna tienda o dar paseos, pero únicamente de a tres. Aunque en minoría, también había hombres, mayormente dedicados a un entrenamiento de tipo militar.
Los seguidores eran sometidos a “exámenes de ira y alegría”; las emociones tendían a descontrolarse en esas condiciones de vida. Tras completar las tareas asignadas, las mujeres hacían trajes y peinados con telas, flores, broches, plumas, joyas y pelucas para los encuentros con Rudnev. “Cada vez era necesario crear un nuevo atuendo con las mismas cosas, y todo se hacía a toda velocidad. Luego nos reuníamos en un lugar determinado y esperábamos el permiso para entrar al salón”, recuerda Svetlana.
“Después de un tiempo, le escribí una carta a Rudnev solicitándole permiso para vivir en Novosibirsk y así me mudé a un departamento para futuras sacerdotisas. Allí también asistía a reuniones con él”.
Svetlana estuvo dos años dentro de este culto. Como querían convertirla en sacerdotisa, era invitada a ver a Rudnev más seguido que otras compañeras. “Una vez me ofrecieron desvirgarme con una zanahoria. Me decían que era necesario para completar el ritual tántrico. Otra chica aceptó, pero yo no. Por eso no tuve sexo con Rudnev. Solo llegué a pasar el ritual tántrico inicial, lo que ellos llamaban el arte de la cámara nupcial”. A las chicas jóvenes y atractivas las acercaban rápidamente a Rudnev. En cambio, a las mujeres adultas y no tan llamativas las entrenaban como mentoras, y eran las que más dinero aportaban a la secta a través de rituales, objetos mágicos, sanaciones, seminarios e iniciaciones. El trabajo de esas “entrenadoras” permitió que la secta se vuelva –tal como lo soñó Rudnev– una operación internacional, con mentores en Estados Unidos, Alemania, Francia, España, Italia, Chipre, Turquía, México y Brasil.

Svetlana vivió en un ashram para jóvenes y luego en el de adultos. En Novosibirsk, el ashram era un departamento donde vivían varias mujeres. Siempre había una de las mayores a la que todas obedecían. Nadie era libre de hacer lo que quisiera. Todas las actividades se realizaban según un horario definido. Y cada una pagaba su parte del alquiler. “Tuve que vender mis joyas de oro en una casa de empeño –recuerda–. Lo mismo hacían otros seguidores de la secta. Más tarde recibí dinero de hombres, porque eso nos enseñaban en la secta: a pedirles dinero a los hombres. Muchas chicas, por ejemplo, lo ganaban haciendo masajes eróticos y webcams”.
En el campamento de meditación, compraban y cocinaban sus propios alimentos. En el ashram de la ciudad, cada uno compraba comida con su propio dinero. Por la mañana, había prácticas espirituales y un calentamiento físico obligatorio. Después de las prácticas espirituales, desayunaban. Cada acción estaba cronometrada: limpiar, maquillarse, ducharse. “Después, las mujeres iban a trabajar, si tenían algún trabajo ordinario, o buscaban hombres para pedirles dinero”, dice Svetlana.
Además de las clases sobre cómo pedir dinero correctamente, por la noche había prácticas espirituales colectivas obligatorias, como la meditación de puntos (vinculada con los siete chakras) y otras modalidades con nombres como field of love y karate astroplanetario (así era el nombre de una práctica en la que ponían las manos sobre una vela). De esa forma, los seguidores del culto “masacraban a los enemigos”, que obstaculizaban su desarrollo espiritual.

A medida que la secta y los ingresos monetarios crecían, Rudnev lucía atuendos cada vez más extravagantes, adoptaba diferentes nombres (como Sotilian Sikorisky y Shri Jnan Avatar Muni) y exigía obediencia incondicional. La doctrina de Rudnev era una mezcla de paganismo, religiones orientales, medicina, ocultismo y otras fuentes, y sostenía que la iluminación exigía renunciar a la familia y entregar todas las posesiones personales… a él. También afirmaba ser “un visitante de Sirio”, la estrella más brillante. Todo esto se explica en El camino del loco, el libro de Rudnev que funciona como la “biblia” de la secta, con una tapa en la que se ve al gurú rodeado de mujeres semidesnudas.
Después de aquella primera investigación en 1999, Konstantin volvería a evadir la Justicia en 2004, 2006 y 2008.
Lo que comenzó con un primer grupo de mujeres con las que Rudnev mantenía relaciones sexuales como parte de “una práctica espiritual vital” derivó en una secta en la que había sexo en grupo, violaciones y zoofilia. Rudnev solía filmar esas situaciones. El material audiovisual registrado durante más de 30 años es tan explícito como perturbador. Y forma parte del impactante documental El llamado de Shambhala, dirigido por Andréi Lobanov y estrenado el año pasado, que expone el proceso por el que el pseudomesías consiguió sumar más de 15 mil seguidores.

Todos los testimonios de mujeres que lograron salir –entre ellas, Elena Zakharova, exsacerdotisa y pareja de Rudnev– coinciden en que la vida en la secta era un infierno. Perdían peso, perdían el cabello y dejaban de menstruar por falta de alimentos y vitaminas. Las sacerdotisas no podían ir al hospital y eran tratadas con ácido ascórbico (vitamina C) y penicilina. Cargaban objetos pesados y hacían trabajos sucios. “Había un ambiente terriblemente agresivo en la casa de Rudnev. Los gritos de la sacerdotisa mayor me daban náuseas. Él probaba diversas drogas en sus sacerdotisas. Algunas vivían sedadas para que su pensamiento crítico no se activara”, detalla Svetlana.
Existen denuncias de muertes a causa de estos tratos. También de abortos forzados. La propia Zakharova describe en el documental El llamado de Shambhala cómo presionaron con los puños por debajo de su ombligo para interrumpir su embarazo.
Después de muchos años dedicados a recuperarse física y psicológicamente, Svetlana describe a Konstantin como una persona muy astuta con tendencias sádicas que disfruta de intimidar y enfrentar a las personas entre sí. En su culto no había cabida para la amistad, la compasión ni la ayuda mutua. El gurú ruso supo construir un sistema de manipulación: estudió muchos sistemas diferentes y los integró. “Una persona común podría pensar que es un imbécil gordo, feo y aterrador. Pero este imbécil ha creado una secta totalitaria mundial que sigue trabajando y ha generado mucho dinero durante más de 30 años. Es un maestro de la mentira, el engaño, la manipulación y la reencarnación”.

Rudnev supo maridar el culto a la personalidad con la enseñanza espiritual. Manipular en base a un sentido de la religiosidad, de la búsqueda de lo divino y del propio destino. El hombre que se presenta como la encarnación de Cristo o Buda creó un método propio paso a paso, centrado en una sociedad doliente que necesita ser salvada, afirmando que el sistema social nos ha esclavizado y que se necesita abandonarlo para alcanzar la iluminación del gurú.
Su prédica acerca de que la familia nos desintegra parece basarse en su propia experiencia: según Svetlana, sus compañeros de escuela lo atormentaban y tuvo una madre “fría” que no le demostraba amor. Algunos llegan a aventurar que para Rudnev crear una secta fue una venganza personal contra la sociedad.
“Estar en una secta me trajo mucho dolor y dejó una marca indeleble en mi alma. El gurú solía decir que nuestro cuerpo se nutre de alimentos y nuestra alma de impresiones, y que nos volvemos similares a las impresiones con las que nos llenamos. Tenía razón e hizo todo lo posible para llenarnos de impresiones que cambiaron irreversiblemente nuestras ideas sobre la moral y nos transformaron”, escribe Natalia Koksharova (que solía usar el seudónimo Alisa Agafonova) en su libro El Ashram de la Secta Shambhala, de 2022. Continúa: “Rudnev es una persona profundamente infeliz y cruel con una infancia difícil y con desviaciones de psicópata (…). Todavía me estoy recuperando de las consecuencias del procesamiento de mi psique. Por lo menos ya lo tengo claro: lo que ocurrió en la secta de Konstantin Rudnev estuvo mal. Si creyera en el diablo y en Dios, diría que Rudnev es la encarnación del diablo”.

Tamara Saburova, una de las detenidas con Rudnev en Bariloche, en marzo de 2025

En 2010, la policía allanó el palacio de Konstantin. Svetlana estaba ahí. “Rudnev no intentó escapar, sino que les ordenó a las sacerdotisas que lo vistieran y que empacaran sus cosas”, recuerda. Tiempo después, trascendió que ofrecía un millón de dólares para que lo liberaran. Sin embargo, pasó once años en la cárcel condenado por violación y distribución de drogas ilícitas, tiempo durante el cual recurrió a los sobornos para que las sacerdotisas le llevaran comida y chicas nuevas. Luego de casi dos décadas, un tribunal ruso prohibió formalmente la actividad de Ashram Shambhala en 2014. Sin embargo, la secta siguió operando bajo otros nombres.
“Cuando Rudnev fue encarcelado, la secta decidió mudarse a Georgia para vivir con Avtandil Lomsadze, a quien Konstantin en un momento señaló como su propio maestro. Un día recibimos la orden de que las otras chicas y yo fuéramos a Georgia vía Sochi. En ese momento, mis padres se enteraron de eso por un amigo policía, y quisieron verme. Pero huí de ellos. Al llegar a Sochi, tomamos un ferry y fuimos a Batumi. En Georgia, seguíamos viviendo aislados, trabajábamos mucho y era duro. Lomsadze nos sermoneaba constantemente. Pero había una gran diferencia en sus enseñanzas: hablaba de la importancia de los padres en la vida de todos. Y entonces la secta se dividió. Lomsadze ya no quería hacer lo que Rudnev y su sacerdotisa Artemisa le exigían. Tiró el teléfono con el que la sacerdotisa mayor contactaba a Rudnev en prisión y se negó a hablar con él y a cumplir con sus exigencias. La sacerdotisa Artemisa y sus asistentes abandonaron la casa donde vivíamos. Esto ocurrió en parte porque le dije a Lomsadze que Artemisa quería echarme de casa. Se enojaba mucho y me gritaba por negarme a cumplir con sus exigencias, y Lomsadze decidió protegerme. Después de ese incidente, la vida en el culto se nos hizo más fácil y yo empecé a querer conectarme con mis padres. Un día los llamé y hablamos por Skype. Y luego quise irme a casa. Mis padres me enviaron dinero y me fui, y nunca volví al culto”.
En los últimos seis años, Svetlana se convirtió en una decidida denunciante de Rudnev, pero también del peligro de las sectas y de las deficiencias de las autoridades al lidiar con esta problemática. “La gente debe salir de la secta por sus propios medios; la policía no ayuda. Los psicólogos especializados en el trabajo con personas que han caído en una secta podrían ayudar. Pero los psicólogos comunes no pueden. Cada persona debe ver por sí misma lo que está sucediendo allí, o su vida se volverá insoportable. La secta intentó recuperarme por todos los medios. Varias personas me escribieron. Incluso nos reunimos con una mujer. Pero no pudieron. La secta no me amenazó; Rudnev es un cobarde. Pero se escribieron muchas cosas desagradables sobre mí en internet. Lo cierto es que de no haber sido por la división de la secta, podría haber estado entre las jóvenes detenidas en Argentina”.
Rudnev fue liberado en 2021. Entonces de trasladó a Chipre y luego a Montenegro. En octubre de 2024, las autoridades montenegrinas arrestaron a varios miembros de la secta, que estaban filmando pornografía en un centro de esquí en Zabljak. Ese mismo mes Rudnev huyó de Montenegro y, por alguna razón, decidió mudarse a la Patagonia argentina. Se instaló discretamente en la ciudad de Bariloche con un grupo de seguidores. Según algunos testimonios, habría comenzado a ofrecer clínicas de yoga por 5.000 dólares y alquilaba departamentos en los que vivían varias mujeres, muchas de ellas también con pasaporte ruso.

El 28 de marzo pasado, cuando estaban a punto de viajar a San Pablo, Brasil, Konstantin y algunos miembros de la secta (un hombre y 19 mujeres) fueron detenidos en el aeropuerto de Bariloche. La investigación se había iniciado unas semanas antes, a partir de una denuncia del personal médico del hospital zonal local: una joven rusa de 22 años con un embarazo avanzado se había presentado allí para averiguar qué trámites debía hacer para internarse y dar a luz. Los médicos detectaron el sometimiento que ejercían sobre ella las dos mujeres que la acompañaban. A su vez, cuando la chica tuvo a su bebé, una de esas mujeres intentó modificar la partida de nacimiento para anotar al recién nacido como hijo de Konstantin Rudnev. Según pudo determinar la investigación, el objetivo era que el gurú obtuviera la nacionalidad argentina para posteriormente solicitar la residencia brasileña. De esa forma, podría vivir de manera permanente o temporaria en ambos países, donde la secta empezaba a asentarse.
A partir de esa denuncia, la Sede Fiscal Descentralizada de Bariloche promovió distintos allanamientos en las propiedades alquiladas por la organización. Encontraron ventanas tapadas, colchones en el piso, lencería erótica y pelucas. También hallaron bolsos repletos de medicamentos de origen ruso. Durante la detención en el aeropuerto, Rudnev fue acusado de ser el líder de una organización criminal transnacional de carácter coercitivo con fines de trata sexual y reducción a la servidumbre. Intentó lastimarse cortándose el cuello con una hoja de afeitar que llevaba en su billetera. A algunas de las mujeres detenidas también se les secuestraron frascos con pastillas de cocaína.
A principios de abril, el juez de Garantías Gustavo Zapata dispuso la prisión preventiva por 60 días (extendida luego por 90 días más) para Rudnev. Al cierre de esta nota, el gurú ruso estaba en una celda de la Unidad 6 del Servicio Penitenciario Federal, en la ciudad de Rawson, Chubut, y el plazo estaba por cumplirse, a la espera del próximo paso judicial. Mientras tanto, las otras veinte personas imputadas continuaban sometidas al proceso en libertad. De todos modos, les impusieron distintas medidas de coerción como la prohibición de salida del país, la obligación de fijar domicilio, la retención de sus pasaportes (varios detenidos tenían más de uno vigente) y la obligatoriedad de presentarse cada siete días en una dependencia policial.
La mayoría de las mujeres demoradas estaban híperflacas; una de ellas estaba pelada. La Justicia argentina tiene ahora nueve meses para reunir pruebas inequívocas. En los celulares secuestrados hay videos en los que se ve a mujeres que no están entre las detenidas en el aeropuerto.
Incluso con Rudnev preso, la secta sigue en pie. Se trata de un sistema multinivel con muchos mentores y mentoras: las responsabilidades siempre se asignan a otros si algo les sucede a los principales. Rudnev también puede ordenar a las sacerdotisas que asuman su propia responsabilidad. Pero él está al mando y sus seguidores hacen todo según sus órdenes, tal como advierten quienes intentan desenmascararlo. Algunas de las mujeres que fueron detenidas con él en Bariloche actúan ahora como líderes de la secta (una de ellas es, de hecho, su esposa) y dan instrucciones a otros seguidores. Asimismo, muchas otras sacerdotisas siguen promocionando sus bondades abiertamente en los medios de comunicación de todo el mundo y en sus redes sociales. “Es una secta totalitaria y es como estar en prisión, con estricta disciplina, castigos, violencia y restricciones alimentarias, abuso psicológico, perversión sexual –señala Svetlana–. El problema es que ninguna de las chicas testificará contra Rudnev. Porque todas tienen una leyenda y la repiten una y otra vez”.

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