Las 13 mejores películas de Cannes 2025


“¿Es este el festival Cannes más político desde 1968?”, pregunta un titular de Hollywood Reporter, a medio camino de la edición de 2025. Una pregunta lógica. Los historiadores recordarán que 1968 fue el año en que las protestas sacudieron el Croisette, cineastas ocuparon el Palais, cuatro miembros del jurado renunciaron, y la competencia oficial fue clausurada por los organizadores. Nada de tal magnitud sucedió en la edición de este año, la cual concluyó esta semana –aunque hubo un bloqueo de cinco horas justo antes de concluir la ceremonia que, según los medios locales, pudo no haber sido accidental.

Aun así, se percibía una sensación de inestabilidad y desasosiego en el ambiente, potenciada por la amenaza del presidente autoritario de imponer “tarifas del 100%” a las películas producidas fuera de Estados Unidos. A esto se suma que Robert De Niro se burló del POTUS por su nombre en su discurso de entrega de la Palma de Oro honorífica durante la ceremonia de apertura, y cerca de una docena de filmes que se proyectaron en la programación principal del festival (y festivales adyacentes a Cannes) que apuntaban directamente a los regímenes fascistas del pasado y del presente, a la lucha política y a la sensación general del doomscrolling en el mundo real –nuestra realidad colectiva. Era difícil no preguntarse si la respuesta a esa incógnita era, citando el título de una de las películas más provocadoras de la edición de 2025, “YES!”.

El cine continúa siendo un pasaporte, una máquina de empatía, una forma de disminuir la brecha entre culturas y regiones, una manera de permitirte caminar kilómetros en los zapatos de otras personas una y otra vez. Los que nos encontrábamos atrapados en la burbuja de la cinefilia que ofreció Cannes pudimos comprobarlo fácilmente, sobre todo porque esa burbuja era cualquier cosa menos impermeable a todo lo que ocurría en el resto del mundo. Y, a pesar de que no todas las películas que consideramos las mejores de Cannes son explícitamente políticas, todas sirven para subrayar el hecho de que las películas continúan siendo un reflejo urgente y una refracción necesaria del mundo que nos rodea. Aquí está nuestra selección de lo más destacado del festival este año.

Y unas menciones a: The Chronology of Water, Heads or Tails, The Mastermind, The Plague, The Sound of Falling, Two Prosecutors, Urchin.

Adam’s Sake

Cortesía.

La película inaugural de la Semaine de la Critique –un festival paralelo a Cannes que, al igual que la Quincena de Realizadores, también se ha integrado en el evento principal; es complicado–, el procedimiento médico de la cineasta belga Laura Wandel toma lo que podría haber sido una subtrama de Urgencias. (Léa Drucker) y una madre soltera (Anamaria Vartolomei, de Happening), que se enfrentan por el cuidado del hijo de esta última (Jules Desart) tras una sentencia judicial, y lo utiliza para examinar cómo los protocolos institucionales pueden proteger y causar daños irreparables. Al igual que la anterior película de Wandel, Playground (2021), este estudio de doble carácter sabe cómo profundizar en un tema social candente y pelar las capas de una manera que parece íntima en lugar de dogmática. Y también es el escaparate perfecto para ambos actores, especialmente para Drucker; junto con su papel en la película a concurso Dossier 137, el festival de este año demuestra que la ganadora del César es una de las mejores actrices francesas trabajando actualmente.

Eddington

A24

No cabe duda de que el festival de 2025 ha tenido su ración de controversias en Cannes (si nunca más nos vemos envueltos en una acalorada discusión acerca del desastre de Julia Ducournau, Alpha, será demasiado pronto). Sin embargo, el sueño febril de Ari Aster de un artículo de opinión sobre la carnicería estadounidense en estos tiempos ha tenido el honor de ser la película más divisiva de la edición de este año. Lo que, francamente, encaja con la descabellada visión de Aster de una nación fatalmente enfrentada consigo misma –una macro-narrativa reducida a un enfrentamiento entre un sheriff (Joaquin Phoenix) y un alcalde (Pedro Pascal) en una pequeña ciudad ficticia de Nuevo México. Aquí, todo el progresismo es performativo, todos los derechistas están a una gorra roja de ponerse en plan MAGA, todas las experiencias personales dolorosas están maduras para la explotación política, toda la misantropía de ambos bandos se eleva al 11. Lo que comienza como una amplia parodia, pronto se revela como un thriller de conspiración paranoica inquietantemente en sintonía con: el centro de nuestro país no puede contener malas vibras. Todavía estamos procesando la sobreabundancia de todo aquello. No podemos esperar a verla de nuevo.

Honey Don’t!

Karen Kuehn/Focus Features

Una adición de último momento a la selección de medianoche del festival (un lugar mucho mejor para ella que para las proyecciones especiales o competencias de cartelera, para ser sinceros), la segunda entrega de la autoproclamada “trilogía de películas lésbicas de serie B” de Ethan Coen y Tricia Cooke, gira en torno a Honey O’Donoghue (Margaret Qualley) –una detective ocurrente que resuelve crímenes y trata de averiguar quién dejó un cadáver calcinado en el desierto de Nuevo México. El caso pronto resulta ser cualquier cosa menos abierto y cerrado, y acaba implicando a un popular predicador local (Chris Evans), mafiosos, adolescentes desaparecidos y una misteriosa femme fatale francesa (Lera Abova). A diferencia del choque de siete autos del dúo en Drive-Away Dolls (2024), esto aún es un intento desordenado de mezclar el caos al estilo de los Coen con el erotismo sáfico, lo que agita los ingredientes en un cóctel mucho más satisfactorio; es probable que se hable de la escena de sexo entre Honey y el policía de voz dura de Aubrey Plaza durante un tiempo. Lo que realmente le hace merecedor de un lugar aquí es la forma en que Qualley convierte a este investigador privado en una actualización de un viejo clásico del cine negro, a partes iguales picaresca y dura. Es uno de sus mejores trabajos, y veríamos con gusto otra trilogía entera dedicada a esta sensual detective.

It Was Just an Accident

Cannes Film Festival

Aunque la extraordinaria parábola de la venganza de Jafar Panahi no hubiera ganado la Palma de Oro (y le hubiera convertido en uno de los pocos cineastas que se han llevado a casa los máximos galardones en Berlín, Venecia y Cannes), seguiría considerándose una gran victoria: Esta es la primera vez en más de 20 años que el perseguido político Panahi pisaba la alfombra roja del festival. En serio, uno diría que Mick Jagger había entrado en el edificio cuando el guionista y director iraní entró en el Lumière para el estreno de la película. La premisa general es sencilla: Un hombre (Ebrahim Azizi) ve interrumpido su viaje familiar cuando su coche se avería. Un mecánico (Vahid Mobasseri) cree reconocerle como la persona que le torturó durante años en prisión. Secuestra al viajero, y luego procede a reunir a varios otros antiguos reclusos para confirmar que efectivamente es el culpable. A veces parece un thriller de suspenso, una película de carretera elíptica y una especie de farsa entre bastidores que gira en torno a un asesinato por venganza en lugar de una producción teatral. Sin embargo, cada momento es la obra de un maestro, hasta el sublime golpe final. La victoria fue más que merecida.

My Father’s Shadow

Cortesía.

Ambientado en la Nigeria de 1993, el drama de Akinola Davies Jr. narra la historia de dos hermanos preadolescentes (Godwin Egbo y Chibuike Marvellous Egbo) que emprenden un viaje peculiar de la Nigeria rural a Lagos con su padre (Sope Dirisu) mientras éste intenta cobrar un sueldo atrasado. A lo largo de un día, llegan a conocerle de una forma que les abre los ojos respecto a las largas ausencias de su padre de casa. Sin embargo, la agitación que rodea la elección presidencial de MKO Abiola está a punto de entrar en ebullición. En parte como una especie de película de la memoria –incluso si no supieras que el director la escribió con su hermano, o que uno de los chicos comparte su nombre, se siente dolorosamente personal– y, en parte, como una de esas películas que enmarcan los acontecimientos históricos a través de los ojos de niños, este es el tipo de descubrimiento que te recuerda por qué la sección Un Certain Regard de Cannes dedicada a los nuevos cineastas es una parte tan vital del festival.

Orwell: 2+2=5

Cortesía.

Raoul Peck vuelve al festival con una mirada a la transformación de George Orwell de engranaje de la maquinaria colonialista británica (sirvió en la policía de Birmania en 1920s) a crítico político, ensayista y autor mundialmente conocido de Rebelión en la granja y 1984. Si el cineasta se hubiera limitado a presentar un documental sobre la radicalización del escritor y sus advertencias sobre el poder, la corrupción y la mentira, el visionado habría sido imprescindible. Pero va varios pasos de gigante más allá, tomando prestado el diseño expansivo de Exterminar a todos los brutos (2021) y conectando los puntos entre esas dos novelas distópicas, los regímenes totalitarios del siglo XX y las formas en que la historia tiende a repetirse. Como, por ejemplo, la América contemporánea. Es una manguera virtual de información doble-más-mala (neolengua) sobre cómo el fascismo se afianza insidiosamente, colapsando la brecha entre antes y ahora de una manera que es casi abrumadora. Uno no llamaría el panorama “bueno”. Se reconocería este adusto manual como absolutamente vital en este momento concreto.

Nouvelle Vague

Cortesía.

Cualquiera podría hacer una recreación del detrás de escena de la primera película de Jean-Luc Godard, Sin aliento. Solo Richard Linklater puede convertirlo en una gloriosa película para pasar el rato, en la que el espectador puede acompañar al crítico –convertido en cineasta con gafas de sol– mientras él y su banda de forasteros locos por el cine hacen historia a 24 fotogramas por segundo. La forma en que Linklater identifica a todo el mundo, desde las leyendas de los Cahiers du Cinéma de los 60 (Chabrol, Rivette, Truffaut, Rohmer) hasta las escenas más profundas, y luego reúne a todos los actores, que parece como si estuviera haciendo The Avengers para el público incondicional de Letterboxd: aquí están todos tus superhéroes favoritos de la nueva ola francesa, reunidos en una gran aventura colectiva. La versión de Guillaume Marbeck de Godard como enfant terrible escupidor de citas no tiene precio; Zoey Deutch llevando la crónica de la conversión de Jean Seberg de escéptica a verdadera creyente, es sublime; el Jean-Paul Belmondo de Aubry Dullin es un gran homenaje, con las bobaliconas muecas. (Nuestro voto para el MVP: la cómica interpretación de Matthieu Penchinat del director de fotografía de Sin aliento, Raoul Cotard). Pura felicidad.

The Phoenician Scheme

TPS Productions/Focus Features

Wes Anderson da en el clavo con esta mezcla de thriller de espionaje empresarial, comedia cómica y drama familiar padre-hija, centrado en Anatole “Zsa Zsa” Korda (Benicio Del Toro), un magnate de los negocios internacionales lleno de misterio. Trata de hacer realidad el proyecto de sus sueños, un sistema de transporte multinacional, antes de ser asesinado por sus rivales; si además puede arreglar las cosas con su distanciada hija (Mia Threapleton), que no quiere saber nada de su padre y anhela convertirse en monja, eso es simplemente un bonus. Tiene todas las características habituales de un proyecto de Anderson, desde un reparto de estrellas hasta las imágenes meticulosamente compuestas que le han convertido en ídolo de los cinéfilos. Pero esta nueva película funciona de una forma tan satisfactoria como no lo han hecho otras de sus obras recientes. Y nos regala un verdadero descubrimiento en Threapleton, cuyas reacciones inexpresivas, su ritmo cómico y su química con Del Toro hacen que parezca que hay un corazón latiendo debajo de todo.

The Secret Agent

Victor Juca

Ambientada en Brasil alrededor de 1977 –“una época de grandes travesuras”–, el retrato que Kleber Mendonça Filho hace de un fugitivo (Wagner Moura, de Narcos, que ganó el premio al mejor actor) da la sensación de estar preparándote para un thriller político paranoico. Pronto adopta un enfoque imaginativo que incorpora de todo, desde sketches de películas de terror extravagantes (¡cuidado con esa pierna asesina peluda y desmembrada!) hasta reflexiones sobre la alegría de recordar las viejas salas de cine. Se nota que se trata del mismo cineasta que realizó el punzante drama Aquarius (2016) y codirigió el moderno filme de explotación Bacurau (2019), así como de la persona que escribió la elegíaca carta de amor al cine brasileño Pictures of Ghosts (2023). Sin embargo, el alcance y la ambición de esta extensa obra de época son nuevos para él, y un críptico inciso hacia la mitad del metraje pronto se convierte en una revelación sobre lo que Filho ha estado persiguiendo todo el tiempo: el paso del tiempo, y cómo nunca cura realmente ninguna o todas las heridas.

Sentimental Value

Cannes Film Festival

Lo más parecido a una elección consensuada de la mejor película del festival –prácticamente, se podían oír los gritos de felicidad al otro lado del charco cuando ganó el Gran Premio– el drama familiar de Joachim Trier continúa su racha ganadora después de que la elogiada La peor persona del mundo (2021) diera con su botón de reinicio creativo. También nos recordó a muchos por qué nos enamoramos inicialmente de la obra del cineasta noruego, que se remonta a su asombroso primer largometraje, Reprise (2006). Trabajando de nuevo con su guionista de siempre, Eskil Vogt, y su estrella de LPPDM, Renate Reinsve, Trier construye cuidadosamente un cuento moral en torno a un director de cine antaño prominente (Stellan Skarsgård) que espera reaparecer con un nuevo proyecto. Ofrece el papel basado en su hija a su hija real, una actriz de teatro propensa a la ansiedad (Reinsve) que guarda rencor a su padre. Entonces decide contratar a una estrella de cine estadounidense (Elle Fanning) y filmarlo todo en la casa familiar. Fanning lució una t-shirt “Joachim Trier Summer” durante el photocall de la película. Esta temporada no tardará en llegar.

Sirat

Cannes Film Festival

Una de las primeras sensaciones del festival, el thriller épico de Oliver Laxe, sitúa a un padre preocupado (Sergi López) en medio del desierto marroquí, mientras intenta encontrar a su hija desaparecida entre los hipsters nómadas que frecuentan los conciertos underground de música trance. Al principio, te preparas para un riff de The Searchers, rediseñado para la escena rave del siglo XXI. Luego, todo da un giro extremadamente lisérgico y extra-oscuro; y de repente, todo se sumerge en el territorio de la pesadilla. Ninguna película ha utilizado de mejor forma la música y el diseño de sonido para sumergir al espectador en un mundo que, de algún modo, es utópico y distópico a la vez. Un viaje, en demasiados sentidos para contarlos.

A Useful Ghost

Cannes Film Festival

Porque, ¿a quién no le gusta una película tailandesa sobre electrodomésticos poseídos y fantasmas excitados que se follan a todo el mundo? Ganadora del premio grande de la Semaine de la Critique de este año, la inclasificable y disparatada mezcla de comedia y travesuras sobrenaturales de Ratchapoom Boonbunchachoke comienza con un accidente en una fábrica que atrapa el espíritu de un trabajador muerto en una aspiradora. Termina con una conmovedora meditación sobre la memoria, el dolor y hasta dónde se puede llegar para evitar que un ser querido fallecido se vaya suavemente a la noche. En medio de todo esto hay una serie de viñetas hilarantes en las que interviene una maquinaria desquiciada, algunos comentarios de clase, una actuación inquietante (en más de un sentido) del actor tailandés Davika Hoorne, y un montón de sexo paranormal. Sin notas.

YES

CINEICMEDIA

El cineasta israelí, Nadav Lapid, siempre ha tenido un ojo crítico con las posturas políticas y las políticas sociales de su país –Policeman, Ahed’s Knee, Synonyms… toda su filmografía, en realidad. Su última película no le hará ganar amigos entre los más conservadores de su país. Un compositor (Ariel Bronz) y su esposa (Efrat Dor) disfrutan de todos los placeres hedonistas al alcance de la élite militar, mediática y derechista del país. Cuando le piden que escriba un himno que ensalce la superioridad moral de la nación, acepta el encargo. Pronto, la combinación de ese encargo y el reencuentro con una antigua compañera musical/amiga con beneficios (Naama Preis) provoca una grave crisis de fe. Es una película que grita con rabia contra la normalización de las atrocidades cotidianas y la escalada de muertes que se escuchan a todo volumen en los teléfonos de la gente. Ni siquiera las primeras escenas bizarras de sexo, drogas y batallas de baile con una pandilla de generales del ejército pueden atenuar el aguijón.

Empezar

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