Cybercirujas: la lucha contra la obsolescencia programada del hardware


“Hay una máxima que dice que si el producto es gratis, vos sos el producto”, explica Berdyx, integrante de Cybercirujas, un colectivo descentralizado que lucha contra la obsolescencia programada de los dispositivos electrónicos y la brecha digital. El origen de Cybercirujas se remonta a 2019, cuando otros tres miembros, Deadguy, Soldán y H, encontraron en la calle unas viejas computadoras 486, decidieron refaccionarlas y les cargaron videojuegos retro.

Durante la pandemia notaron un fenómeno que no era nuevo, pero sí más visible: si no tenías computadora quedabas aislado, no solo de manera física sino también virtual, lo que llevaba a no poder realizar tareas elementales como asistir a clases o al trabajo. Fue entonces que Cybercirujas se reorganizó para que la gente con hardware que consideraba obsoleto (como CPU, mothers, discos rígidos, monitores, notebooks, memorias ram y periféricos) se lo donara para arreglarlo y redistribuirlo a quienes más los necesitan: clubes de barrio, estudiantes, docentes, centros culturales, comedores, laburantes.

En los encuentros, la gente puede aportar dispositvios que ya no usa. (Foto: Nahuel Cañada)

Rápidamente, gracias a internet, notaron que había personas en diferentes provincias con inquietudes similares que estaban trabajando de una manera parecida. Hoy Cybercirujas funciona de manera descentralizada, sin una casa madre que deba dar el visto bueno para que surjan nuevas células. Más allá de algunos lineamientos de base, que nacen de su manifiesto, no tienen un objetivo central y cada célula encara por donde más le interesa desarrollarse. El centro de operaciones Cyberciruja de Córdoba es la universidad y está mayoritariamente formado por gente de sistemas, no tan perfilados al desarrollo de videojuegos, como sí sucede en Buenos Aires. Sus eventos suelen ser jornadas de reparación y con el concepto de olla popular, de donaciones para reparar.

“Estamos más vinculados al arte y los videojuegos, hacemos eventos con esas cosas. Producimos videojuegos, controles alternativos y experiencias lúdicas”, explica Moco, integrante de la célula de Buenos Aires. Cada dos meses, aproximadamente, organizan El Club del Cybercirujeo, donde invitan a todo tipo de cartoneros digitales a exponer sus inventos y dispositivos en pos de demostrar que casi cualquier aparato puede tener una segunda vida útil: desde gente que hace música con controladores retro, como Gameboys, hasta el experimento de instalar el juego Doom II en un viejo posnet de tarjetas de crédito. También se dan charlas y funciona como un espacio social y de encuentro.

Originalmente, la célula de Buenos Aires funcionaba en un departamento en el barrio de Floresta que oficiaba de depósito y taller. Desde hace unos meses las operaciones se hacen en el Polo Cultural Tacheles, una exfábrica de varios pisos intervenida con stencils y stickers que nada tiene que envidarle a lo que fue un famoso espacio okupa alemán del mismo nombre. En un soleado altillo del edificio de avenida Alsina 1475, los cybercirujas tienen su centro de operaciones, cedido por el centro cultural. Moco junto al Club Argentino de Arcades está poniendo el sótano en condiciones para armar una sala de videojuegos nacionales.

Hay un fuerte interés en salir de la virtualidad y llegar al contacto humano, conocerse las caras, aunque no necesariamente los nombres reales. “Hubo dos encuentros federales, el año pasado en Córdoba, se hizo una gran olla y se armaron puestos donde cada uno podía dejar sus equipos en exhibición, se dieron charlas y talleres”, cuenta Uctumi. Uno de los expositores más interesantes y llamativos fue Roberto Gudiño, un hombre con formación técnica electrónica que creó su propia computadora de cero, tanto desde el hardware como el software: soldó sus plaquetas él mismo, punto por punto, escribió sus propios códigos y pensó el dispositivo íntegramente, de manera artesanal y casera.

En algunos casos los cybercirujas le dan al hardware usos para los que no fue diseñado. (Foto: Nahuel Cañada)

La palabra “encuentro” no es caprichosa: estos eventos ayudan a generar un frente de hacktivistas de todo el país, nutriéndose de los experimentos e ideas de otros para conformar una red federal. El segundo encuentro fue en Rosario, en unos docks inmensos del Centro de Expresiones Contemporáneas.
Arleca, otro cyberciruja, comenta que se ha hecho un censo nacional para saber cuánta gente está involucrada en el cybercirujeo. Obtuvieron respuestas de más de cuatrocientas personas de Santa Fe, Tucumán, Salta y Río Negro, entre otras provincias.

Internet sigue siendo el punto de contacto más fuerte. El foro (cybercirujas.rebelion.digital/foro) funciona como plataforma donde se comparte todo tipo de data en diferentes hilos de conversación: desbloqueos de equipos, software cyberciruja, autorreparación, juntadas cirujas e intercambio de hardware.

Para difundir sus actividades se ven obligados a ser usuarios de redes sociales privativas sobre las que no se tiene un control y se depende de un tercero, como Instagram o Twitter, pero también aprovechan otras de carácter más libre como Mastodon, una especie de Twitter, pero donde los datos no dependen de la concentración de algoritmos, los posteos se ven cronológicamente en tiempo real, y no hay manipulación. Cada usuario puede poner su propio servidor y nadie tiene la totalidad de los datos.

(Foto: Nahuel Cañada)

Los cybercirujas son tajantes: lo que hacen no se trata de un service de computadora en el que hay un intercambio económico, la idea es que los interesados se involucren, aprendan, pierdan el miedo a la tecnología y a meter mano, brindar herramientas para que lo pueda hacer uno mismo, e incluso darles a los dispositivos un uso para el que no fueron creados. Pero hay más posturas, tantas como integrantes. Deadguy sostiene: “Otros van por la cuestión ambiental. Por la basura que se genera, buscan concientizar lo que causa tirar un teléfono o una computadora. Eso es una vertiente que cae en lo que hacemos, lo salvamos de tirarlo y nos ahorramos en toda esta cuestión de contaminación. Hay distintos niveles de rescate, hay puntos a los que no podemos llegar. Hay gente que se dedica a sacarle el oro al procesador o mother. Nosotros intentamos darle vida útil, si un hardware no es óptimo para cierta tarea quizás puede ser usado para otra, para el ocio. Lo que está quemado va a contactos con espacios de reciclaje y recuperación, pero intentando generar esta conciencia de que se puede seguir utilizando”.

Hay una ferviente intención de correr al usuario del rol pasivo de consumidor, desacralizar la tecnología y volverla amigable. Todos los dispositivos que devuelven funcionando corren con Linux u otro software libre y de código abierto, es decir, sin quedar atado al pago de licencias. Deadguy sostiente: “Pareciera que uno compra algo y que no es tuyo porque alguien, que no sabés quién es ni dónde está, puede apretar un botón y tu dispositivo deja de andar. Y vos pagaste por eso. Pasa en los videojuegos, pero también en campos más críticos, como el de la salud. Hay aparatos que quedaron estancados en una versión de Windows porque la empresa que fabricaba el driver o el entorno desapareció y esos aparatos se siguen usando. Hay que luchar contra esa obsolescencia programada o no programada, para que lo tuyo sea verdaderamente tuyo”.

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